Hay temas de los que es obligado hablar. Sería imposible restarle importancia al hecho de que Victoria está rodada en plano secuencia. Me gustaría pasar de puntillas y comentar simplemente que eso no es lo importante, que el método no hace el resultado. Pero es imposible, el plano secuencia de Victoria tiene reflejo en todos sus aspectos. Hablemos de ello.
Lo primero es aclarar que es un plano secuencia real, porque no es lo habitual. De hecho, es verdaderamente sorprendente. Otros planos secuencia tienen truco, y no están rodados del tirón. Esto es importante porque, además de la honestidad del recurso, supone una metodología de rodaje. La película está rodada entera tres veces, y eso supone ofrecer a los actores y al operador de cámara, un margen de improvisación bastante amplio. Lo sorprendente es que esto se nota pero solo para bien. Principalmente en la espontaneidad de los personajes, el buen rollo de los actores, la naturalidad. Especialmente, la pareja protagonista, Laia Costa y Frederick Lau, que tienen una química que sostiene la primera mitad.
Como decía, solo se nota para bien. Si uno ve una escena suelta, está rodada con solidez, con una fotografía sobria que no está trucada para suplir la falta de iluminación artificial. No parece tampoco una película Dogma en el que la cámara sigue agresivamente a los personajes. Toda la logística que hay detrás de este plano se nos olvida cuando los personajes entran en acción dentro de un escenario. No tanto en los momentos de transición, donde es inevitable pensar más allá de encuadre, en el vergitinoso despliegue, y esto, al espectador inquieto, le puede sacar de la película.
Lo diálogos, que son muy improvisados, funcionan con perfecta naturalidad. El aspecto del guión que se resiente más por esta forma de rodar es la estructura. Está demasiado forzada para que todo funcione con sus limitaciones de espacio y tiempo, y en la medida en que la trama va tomando peso, la película se va cayendo. Tampoco ayuda, claro está, que pase ampliamente de dos horas. Incluso la verosimilitud y el dibujo de los personajes se rompe por culpa de las necesidades del plano secuencia.
Está claro que es una obra irregular con defectos notables, pero quedémonos con lo bueno. La honestidad de su propuesta y el mérito de su ejecución. Las sensaciones de la noche, tan bien transmitidas, y ampliadas por la falta de corte, creando un gran escenario de esas últimas horas de la madrugada, después de sudar en una discoteca. La frescura de sus intérpretes.