Para un público acostumbrado a las exquisitas producciones japonesas, a las vistosas películas estadounidenses, y sobre todo, a las imponentes animaciones 3D de Pixar o Dreamworks; una coproducción europea con ciertas limitaciones técnicas puede resultar insuficiente.
“Azur y Asmar”, a medio camino entre las dos y las tres dimensiones, quiere presentarnos un cuento de hadas, un cuento de niños, pero que también sea disfrutable por el público adulto.
Su director, Michel Ocelot, ya ha tenido éxito anteriormente con películas como “Kirikú y las bestias salvajes”. Convierte la presunta torpeza de unos movimientos más bien pobres en un ritual de poesía tranquila. Olvidándose de lo mucho que puede ofrecer la técnica hoy en día, en cuanto a expresiones, paisajes, etc. para quedarse con personajes magia y dulzura.
Lejos de la factura a la que estamos acostumbrados quizá perdure en el tiempo más allá de otras que basan todo su valor en los adelantos, por definición temporales.