En mi precrítica hablaba de esta película como un capricho de Kevin Spacey en toda regla. Y así ha sido, pero no en su integridad.
Como todo buen biopic nos relata la subida al estrellato, el mantenimiento en el mismo y el declive de Bobby Darin, un nombre que más bien poco nos sonará, pero que enseguida hemos descubierto tras las canciones magníficamente interpretadas por un Kevin Spacey crecido.
Dentro de esa estructura clásica, sin embargo, me he encontrado cosas la mar de interesantes.
La primera de ellas es el ritmo que tiene la película, cómo arranca, con esa música, con esos travellings largos siguiendo a Darin hacia el escenario.
La manera en que está enfocado el biopic. Darin está rodando un film sobre su vida, no sabe cómo enfocarlo y es el actor que hace de él mismo de joven el que le marca el camino. Curioso.
Su dirección, que por momentos me recordaba a la de George Clooney en "Confesiones de una mente peligrosa", detallista, preciosista, de planos milimétricos, y muy cool. Pongo como ejemplo la cantidad de veces que juega con la profundidad de campo en los planos; o el plano de la cama, con la espada en medio; o el plano desde el baño en el que Darin y Sandra Dee discuten.
Pero, sobre todo, me ha encantado esa mágica despedida de Bobby Darin, ese montaje paralelo de realidad, diferentes momentos temporales y ficción. Una bella manera de mostrar cómo su música trasciende. Su actuación en el escenario del Flamingo, sus problemas de respiración, él de joven cogiendo el reloj, su hijo con la maleta ya abierta, él entrando en la ambulancia. Magnífico.
Lástima que tras una escena tan absolutamente poderosa, una despedida en toda regla, quiera darle otra vuelta de tuerca y recuperar el leitmotiv curioso con el que reabría la película y meter ese número musical entre él de joven y Darin. Me ha enfriado bastante.
Pero es que era necesario, coherente y lógico para cerrar la película como quiere cerrarla, para mostrarnos el mensaje que traía bajo el brazo. Spacey demuestra valentía.
Una lástima que esta película haya quedado en el baúl del ostracismo, porque tiene momentos más que meritorios y un Spacey en uno de sus mejores papeles.
La mayor pega que le veo, personalmente, es el exceso de números de baile y canturreo con los que nos obsequia el bueno de Kevin. El del "Beyond the sea" es sencillamente prodigioso, pero el resto me han sobrado bastante.
Una película que bebe de clásicos, ahora me viene a la mente el "New York, New York" de Scorsese, pero que demuestra que hay un director de verdad tras tanta cortinilla cool.
Una sorpresa.