Resulta sorprendente que esta película haya sido seleccionada para participar en la 56 edición del Festival de Cine de San Sebastián. El nuevo trabajo de los realizadores Gustave de Kervern y Benoît Delépine funcionaría mejor en un cine de barrio que en un gran certamen internacional, aunque se entiende que la intención de los programadores ha sido compensar un poco la gran cantidad de películas de corte dramático que suelen presentarse en estos encuentros. Y lo cierto es que la idea es buena, porque Louise-Michel es una película fácil de ver y tremendamente divertida. En cualquier caso, no deja de ser curioso que el Zinemaldia haya premiado finalmente su guión.
Atentos al punto de partida: Tras una genial escena inicial no relacionada con el resto del argumento en la que la película muestra sus cartas, nos vemos trasladados a una deprimida Picardía francesa. Cuando los directivos deciden cerrar la fabrica en la que trabajan, Louise y sus compañeras lo pierden todo. Con el dinero del despido deciden poner un fondo común para vengarse de su jefe y encargan a la mujer que contrate a un asesino a sueldo. En un decrépito camping de caravanas vive Michel, un infantil mentiroso compulsivo incapaz de hacer daño a una mosca pero que engaña a la no demasiado avispada Louise. Las peripecias de los dos protagonistas por encontrar y acabar con su presa derivan en una serie de situaciones absurdas y surrealistas -algunas de ellas memorables- a las que no les falta cierta crítica velada a la crisis del capitalismo.
Los recursos del film abarcan desde el gag visual hasta al chiste fácil, pasando por unos ingeniosos diálogos, aunque lo cierto es que se abusa un poco de la doble carcajada. Mención aparte merecen los protagonistas. La galería de personajes de la película es una auténtica parada de los monstruos. Es una pena que el argumento no se detenga más en figuras como la del lunático del camping y decida centrarse exclusivamente en la pareja principal. Yolande Moreau y Bouli Lanners dan vida a dos antihéroes que no dejan de ser un par de inadaptados sociales que esconden un secreto común sin saberlo. Ambos actores están fantásticos. Hay más de un cameo en la película, el más reconocible el de Mathieu Kassovitz como dueño de la granja sostenible. Incluso podemos ver a Albert Dupontel en una última sorpresa después de los títulos de crédito.
La estética de comic que invade todos los planos del film no es nada casual si se piensa en la gran tradición de la historieta en Francia y Bélgica. En efecto, el conjunto de la historia y sus situaciones son de tebeo. Aunque remiten en ocasiones a la imaginería de Jean-Pierre Jeunet, resulta mucho más acertado compararlas con El milagro de P. Tinto de Javier Fesser, que curiosamente también dirigió la primera de las aventuras cinematográficas de los agentes Mortadelo y Filemón. Los temas musicales de Daniel Johnston sientan de maravilla a la historia.
Lo cierto es que el periplo políticamente incorrecto de los dos asesinos amateurs no parece tener un desenlace concreto. Aunque los directores quieran dar a la película un final feliz, la verdad es que el argumento va demasiado a la deriva y en su tramo final termina por darnos un poco igual lo que le suceda a los protagonistas. Terminando, Louise-Michel es una película pequeña y simpática que cuenta con algunos momentos hilarantes pero que tampoco sabe ir a más. Su humor, a veces negro a veces surrealista, la hace muy disfrutable pero tampoco perdurará en nuestra memoria.