Empezar esta postrcrítica sin hablar antes de la figura de Jose Mojica Marins es imposible. Se trata de un hombre que se atrevió a filmar películas de terror transgresoras y provocativas en una época en que la industria cinematográfica de su país estaba en pañales. Mojica Marins es también famoso por crear a Zé do Caixão, personaje que llevó al cine en innumerables ocasiones y con el que incluso llegó a transmutarse en la vida real. Se trata, en definitiva, de un autor delirante al que muchos han comparado con Alejandro Jodorowsky, sobre todo a raíz de sus pseudo-westerns. Encarnaçao do demonio supone su regreso al mundo del cine después de muchos años de descrédito artístico.
El director tiene la valentía de empezar su película destrozando al mito. Nos encontramos de pronto con un encanecido Zé do Caixão -una mezcla entre asesino, profeta, loco y demonio- acosado nuevamente por sus fantasmas personales pero también por las novedades del mundo moderno. Durante gran parte del metraje no llegamos a saber si la película se ha concebido como un film serio o más bien como una parodia, aunque la sucesiva aparición de engendros como el del sacerdote -interpretado por Milhem Cortaz- nos saca definitivamente de dudas.
Otro punto a favor de la vertiente cómica son esos cambios de escena laterales y bruscos o la sobreactuación de los personajes, todos ellos caricaturas de lo que fueron. Es una opción que no termina de funcionar. Mucho más entendible es su vocación de homenaje, sobre todo si tenemos en cuenta que hablamos de una vieja gloria del terror. De ahí las apariciones de los fantasmas en blanco y negro sacadas de las viejas películas y el resto de referencias a Esta noite encarnarei no teu cadáver y A meia noite levarei sua alma.
Muy por detrás quedan las segundas lecturas del film, aunque su presencia es más que evidente. Hablamos de la crítica social -el asesinato de los niños de las favelas de São Paulo por parte de los militares- y las divagaciones ideológicas de Zé do Caixão, una especie de liturgia nihilista a la que la voz tenebrosa de Mojica Marins dota de una profundidad casi mística. Es quizás este estudio del paganismo en la cultura latinoamericana uno de los aspectos más desaprovechados del film. Como era de esperar, todas estas facetas quedan eclipsadas por el gore, los bichos y los desnudos, algunos de ellos francamente morbosos, aunque muy lejos de indignar a nadie en los tiempos que corren.
La fotografía de la película es inusitadamente oscura, aunque a veces se permite escarceos psicotrópicos como en el viaje del enterrador al purgatorio. Lo cierto es que muchos de sus recursos visuales rozan el ridículo de la serie Z, pero el film tiene una estética tan particular que termina por atraer al espectador curioso. Lo mismo ocurre con su bestiario. El ejemplo más claro son los personajes de las hermanas ciegas. El conjunto es un film de contrastes que oscila peligrosamente entre géneros. Se entiende perfectamente cuál ha sido la intención del director, pero aunque el planteamiento es bueno, su puesta en práctica no lo es tanto.
La película puede funcionar entendida como un homenaje en vida del creador a su personaje. Ahora bien, si se quiere ver en ella cierto espíritu de provocación, solo se puede hablar de fracaso. Evidentemente, los incondicionales del enterrador de las uñas largas pueden sumarle un par de puntos extra. Para el resto de espectadores, se queda en una bizarrada sin demasiado sentido. En resumidas cuentas, Encarnaçao do demonio es el último viaje alucinado de un director a la psique de su creación. Es una lástima que su película sea por momentos más Zé do Caixão que Mojica Marins.