Esa película del montón que no sabe ni a dónde va y sobre todo de dónde viene. La poca verguenza o demasiada Ginebra de los petulantes creadores de este intento de emocionante y grandioso alegato de la libertad no tiene límites. En la banda sonora se refleja en la repetición el poco corazón e ingenio de su capacidad, rodeado de una serie de tipos a modo de excombatientes del Vietnam que forman el sumum de los guerreros liderados por un patán que vive engañado por los tiempos, por no creer no sabe ni en qué cree y las palabras de un chiquillo malcriado giran el rumbo de su vida llena de rostros de aquí estoy porque he llegado.
La Ginebra es hilarante y a veces un anuncio de colonia de la Cosmopolitan otras la representante de la liberación femenina, y en medio unos enemigos que por dar no dan ni miedo y pena.
A modo de ejemplo, en esa escena final, para comenzar un delicioso plato de monólogo para séis que no necesitan ser vitoreados por nadie, seguido un momento viejo truco más viejo que hacer la comida por la mañana para atrapar a los malos, seguido también campeonato de esgrima, para reposar sesión de chica medio en pelotas y ambientación manga para terminar con yo creo uno de los peores finales de combate cuerpo a cuerpo de la historia del cine con espadas, ahora te la clavo y ahora no.