Cuando uno va al encuentro de un nuevo derroche onírico de Kim Ki-Duk, ya sabe a lo que va, al menos si ya lo conoce. Hay que mantener la mente abierta. En cualquier caso, creo que aquí el vaso ha desbordado.
Demasiados momentos visiblemente ridículos - todas las escenas dentro de la celda, por ejemplo - y demasiada evasión. Hasta ahora, el director coreano nos tenía acostumbrado a una mezcla interesante de realidad y surrealismo, pero con este trabajo ha decidido que el punto de la realidad se lo puede saltar.
Nos deja una película repleta de posibles lecturas, más por su indefinición que por su contenido. Por el camino se olvida completamente de buscar una narración o unos personajes interesantes. A su lado, Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y Primavera parece tener un ritmo trepidante.
En definitiva, aburre, y se acerca más a la desfachatez de David Lynch que a la riqueza simbólica que suele ofrecernos el coreano. Ni siquiera podemos ver una belleza como la que encontramos en otras películas de su filmografía, o la atmósfera. Confiemos en que su siguiente película resulte más gratificante. Quizá simplemente es que ya empieza a cansar.