La ventaja de ser un experto en cine negro, crear una novela de cine negro y encima rodarla como apuesta fuerte de una productora, es que te sabes de pe a pa cómo funciona o debería de funcionar la intrigosa maquinaria de ese género, el que más gusta y que ya no se hace. Javier Serrano es quien describo en las líneas enteriores, pero algo me viene a la mente, ante un caso tan curioso y hasta extraño, y si todo esto solo sirve para que sea demasiado perfecta...
Pero vayamos al fondo del asunto, lo que me espero, diálogos duros, malo de verdad, bueno de esos que no quieres que sufra, un poco pero no demasiado, disparos e intentos de asesinato, mujeres en la cama con todos, o al menos nos lo imaginamos y secuaces y una serie de chulería y caer de escenas de tipos serios lapidando con sus comentarios totales. Puramente novela negra.
Es aquí donde me planto, o al menos me quedo un poco como sospechando, como si fuera un miembro de la película. Será demasiado perfecta y medida, demasiado de género y esto nos volverá loco, no por fallo del film, sino porque ya no estamos acostumbrados a esto, no vamos a soportarlo, sin acción desmedida o adornada, sin actores de renombre o al menos en la cresta de la ola, sin la fuerza del dinero en presupuesto devastador. Es era el espíritu del cine negro, y las geniales grandes películas del género fueron obra de unos pocos, pero éstas, como la que presento, ochenteramente ambientada con lo que esto significa, son el veradero cine de esa calaña, pero no me va a gustar, o algo le voy a encontrar demasiado correcto, porque ya no estoy acostumbrado, o es que nunca lo estuve.
Toni Martínez (de la Tv sobre todo), Mónica Pont (desaparecida en combate en TV), Fernando Guillén (que habrá disfrutado como un enano), Manuel de Blas (veteranísimo incansable) o Xabier Elorriaga (al que recordamos de Tesis, qué tiempos) son el modelo de actor que se habrá encontrado cómodo en una historia de siempre, de aquellas que siempre gusta hacer, y se va a notar como les gusta en pantalla.