Siempre es loable que un cineasta se lance a señalar con el dedo índice y lo haga con una denuncia activa, creando un motivo fílmico, narrando una historia, aportando algo. Pero claro, esa valentía no implica necesariamente un aplauso al apartado artístico. La valentía es una virtud que puede llevar al tonto al hoyo o al listo al éxito más rotundo. Y me da que en este caso Ciudad del silencio está más cerca del hoyo que de seguir en el camino.
Una película que denuncia los espeluznantes casos de asesinatos de mujeres en Ciudad Juarez plantando como protagonista dramática a Jennifer Lopez ya va mal. No sé quien es el despistado que eligió a la chica del bombo gigante pero el resbalón es de los de no levantarse.
Me parece muy bien que las grandes estrellas se atrevan a unirse a proyectos combativos, diferentes. Aquí están, por ejemplo, Antonio Banderas o Juan Diego Botto, al que ya hemos visto en más de una ocasión en proyectos de este tipo (ahora recuerdo Pasos de baile, por ejemplo). Pero yo tengo confianza en ver a un buen Brad Pitt en Babel (y una vez visto, incluso por encima de lo esperado), y ninguna en cambio en aguantar a una insoportablemente mediocre Jennifer Lopez pretendiendo hacerme creer o hacerme sentir. ¡Buf!
Al director, Gregory Nava, le intuyo al volante de un coche demasiado grande. Él que solo ha conducido un par de cochecitos diesel de momento (cositas como Mi familia), ha querido sentirse seguro a los mandos de una nave más grandota y el accidente es inevitable.
Atrocidades como las de Ciudad Juarez merecen una y mil denuncias, y nunca serán suficientes mientras no haya una solución activa, directa y sobre todo efectiva. Pero aquí hablamos de cine y como tal... lo dicho.