Aunque no empieza mal, con una
propuesta de curioso contraste, entre una amable familia
hospitalaria, y el horror psicópata, en su segunda mitad se pierde
por derroteros poco fértiles. Para empezar, se deja de lado a uno de
los personajes más interesantes, el de la hija mayor, educada para
matar pero no para ser violenta. Aunque hay un acercamiento al
prisionero, incluso le coge el libro de Alicia en el país de las
maravillas, donde parece que puede haber algún tipo de evolución
del personaje, o de la relación entre ambos. En lugar de eso,
prácticamente desaparece de la acción. Por otro lado, el
protagonista se vuelve loco de una manera absolutamente forzada y
artificial que hace perder el interés sobre su futuro.
Tampoco se aprovecha el potencial de la
hija pequeña, apuntando algunos detalles para luego simplemente
servir de choque al final. Todo se centra en el padre, y en las
estúpidas partidas de ajedrez (digo estúpidas por su burda
aplicación en la trama, pero también porque demuestran que el
director, como mucho sabe mover las piezas).
Desaprovechada una buena oportunidad de
hablar sobre la moral, sobre la educación, sobre tantas cosas... Una
oportunidad de hablar sobre algo, al menos.