Esta película viene de Suiza nada menos, quizá valga la pena verla, no todos los días tenemos ocasión de degustar productos de ese país. No tiene mayor interés. Esto es todo. No hace falta que sigas leyendo, querido lector, porque no tengo nada más que aportar, a lo sumo puedes saltar al último párrafo.
Pero como he de rellenar cupo para que mis compañeros no se me enfaden vamos a soltar un dato aquí y otro allá. El director de esta película es Christoph Schaub, quien, evidentemente, no es ni medio conocido en nuestro país. A sus casi cincuenta años ha realizado una serie de películas con una aceptable acogida que es poco probable que alguno de nosotros haya podido ver. También participa en el guión.
El reparto lo encabeza el joven Matthias Schoch, un actor que además de suizo es primerizo, no ha hecho nada antes de esta película, algo lógico dada su edad. Tenemos un poco más de suerte con Alexandra Vandernoot, quien tiene un mayor número de películas y lo mejor de todo, algunas las hemos podido ver. Es el caso de Cinco condiciones, Salir del armario o La cena de los idiotas (aquí era la mujer del protagonista, a que ya la vamos ubicando). El truco es que es belga, así es más fácil conocerla. En fin, no es como para correr a verla.
Lo más interesante puede ser un premio en el festival de Locarno, un festival con solera. Lo malo es que el premio es para la banda sonora, lo que a mí personalmente me deja un poco frío.
Una historia de juventud con ganas de vivir y de huir de la vida gris preconcebida, habrás risas, habrá momentos más serios y la película acabará dejando un leve recuerdo en el espectador que pronto será aplastado por otra cantidad de películas. Se verá cómoda y será muy apta para quienes gustan del cine europeo que cuenta pequeñas historias. Que una película salga de Suiza y llegue aquí es toda una gesta. ¿La recompensamos?