Lo primero que llama la atención de esta producción es el gran premio del jurado obtenido en la última edición de Sundance. Al jurado del festival que apadrina Robert Redford le gusta el cine hecho en America pero un trasfondo latinoamericano. Lo demostró premiando en la anterior edición al film Quinceañera, de Richard Glatzer y Wash Westmoreland, y lo ha vuelto confirmar una vez más con Padre Nuestro. Pero no solo en el circuito independiente gustan las nuevas ideas que llegan desde el sur. En especial, el ascenso de los realizadores mejicanos a la meca del cine norteamericano se confirma cada vez más gracias a nombres como Cuarón, Iñárritu o Del Toro. Christopher Zalla no se acerca a las cotas de popularidad de sus colegas realizadores, pero eso no le ha impedido lograr un tremendo reconocimiento con la que es su opera prima.
Se trata pues de una película americana independiente, aunque con un innegable regusto latino de por medio. No en vano, su historia versa sobre dos jóvenes inmigrantes mejicanos perdidos en Nueva York, dos personajes antagónicos en busca de sus propias motivaciones (uno trata de localizar a su padre, el otro intenta sobrevivir) que por avatares del destino terminan intercambiando sus roles. Un drama en toda regla con cierto tono de denuncia social, no apto para quienes busquen una historia desenfadada al acudir al cine, pero también un retrato de la Nueva York más desfavorecida. El reparto lo encabeza el experimentado actor mejicano Jesús Ochoa, a quien acompañan sus jóvenes compatriotas Armando Hernández (El búfalo de la noche), Jorge Adrián Espíndola y la actriz colombiana Paola Mendoza. El gran premio del jurado en Sundance es suficiente precedente para esperar grandes cosas de esta película.