Isaki
Lacuesta salva la participación del cine español en la
sección oficial de esta edición del festival de San Sebasián, con una película
muy digna. Encontrarse con una factura de calidad como esta, con unos
personajes con fuerza y con un desarrollo sin irregularidades, en una
producción española que no pertenezca a una de las vacas sagradas es una
alegría.
Si dije de Màscares que era un documental muy
cercano a la ficción, de esta película debo argumentar lo contrario. Lacuesta había
dirigido documentales hasta ahora y eso se nota. Se nota en el estilo con el
que está realizada y se nota en lo pegada que está a los hechos reales. Un
grupo de personajes como representantes de un sector de la sociedad real,
aquellos guerrilleros que lucharon y que, en cierta manera, en su interior
siguen luchando.
No es una película brillante ni mucho menos, no nos descubre nada nuevo en cuanto a mecanismos narrativos (un hecho en el pasado que marca a unos personajes que, reunidos de nuevo deben afrontarlo), ni tampoco hay maravillas en la dirección, pero al menos, es una película sincera, trabajada, cuidada, muy seria. Un cine que hace falta en España. Me gusta lo gráfico que resulta desenterrar muertos como representación directa pero también psicológica de la situación de los personajes.
Una especial mención a su actor protagonista, con una presencia poderosa y una buena interpretación.