Eso es, destellos puros y duros de cine cálido que no bueno, de ese cine del eterno David contra Goliat en el que el espectador se siente muy representado con la impotencia de los grandes para con los más pequeños. A partir de esto todo es jugar con el viento a favor si encima tienes a un actor que caiga bien al menos a la mayoría. Greg Kynnear es uno de ellos. Nos podemos acordar de él en Mejor imposible, Autofocus, Matador o en Little miss sunshine. Ha sabido permanecer y permanecer, hacer esos papeles que otros no querían para acabar siendo una mezcla mediocre de James Stewart y Tom Hanks en una época en la que ya no hay personajes de esa índole, pero él parece contento.
A la dirección un productor puro y duro que sabrá de sobra hacer una película inteligente desde el punto de vista de la taquilla con una dirección media decente, siempre mostrando enano al enano y grandioso al grandioso, ya se sabe, ese tipo de trucos. Pero poco más, momentos soporíferos de autorealización de un genio, tristeza de un genio, apoyo moral de la esposa estoica de un genio...y todo eso.
Esta película hubiera sentado bien en los 80 al estilo de los 80, o en los 90 con más presupuesto con Julia Roberts, Russell Crowe y George Clooney juntos rememorando sus Erin Brockovich, El dilema y Michael Clayton por ejemplo. En fin, sin esperpentos, correcta, en la línea de películas similares, no defraudará a los amantes del subgénero pero tampoco será para recordarla mucho más. Para esto recomiendo, Tucker un hombre y su sueño.