Kim Ki-duk puede ser un gran desconocido para muchos. Para otros, es un regalo que vuelva al Zinemaldi con su nuevo trabajo, Amen. Reconozco que no estoy a la altura de poder hacer un juicio de valor estricto y argumentado sobre el cine chino, japonés o coreano. Pero el lenguaje universal, el cine entre otros, no entiende de fronteras,países ni religiones. Por eso, Amen es uno de esos títulos que en un primer vistazo de la programación puede ser una de las descartadas. Se puede entender. Sin embargo, podemos hacer campaña a favor de este gran director asiático. Pueden empezar a saber que ha estado en Venecia, en Berlín ganó el Oso de Plata a la mejor dirección incluso lo tuvimos en San Sebastián hace tres años con la película Dream. Es hora de justificar su viaje a Donostia, es una garantía.
Pero hablemos de Amen de tú a tú. Es una apuesta especial y arriesgada, sin duda prometedora. La razón de estos tres adjetivos reside en un hecho: la cinta está grabada integramente en Europa. Podríamos decir que Europa es un personaje que utiliza su director para hacer un diseño inusual en su filmografía. Y a quien no le gusta pasear a través de la gran pantalla por París, Venecia o Avignon. Puede jugar a favor en este sentido. Esos detalles siempre gustan, es frescura.
Por otro lado, nos encontramos con un film de retrato sicológico, drama personal y toda la jerarquía que le acompaña. Espero que no se atasque, que por lo menos firme un retrato de intenciones y que no caiga en los tópicos de la eterna película festivalera independiente. ¿Irá más allá, será valiente? Puede acabar siendo un film denuncia y todos contentos. El mero hecho de hacernos planteamientos de este tipo nos está diciendo que tiene que estar entre las favoritas a obtener algo en el festival. Así en el cielo como en la tierra: Kim Ki-duk, Amen.