Uno parece siempre querer echar un ojo a esos eventos políticos con consecuencias trascendentales para las películas del mundo, pero esto se complica cuando resulta que no son esplícitas y solo se menciona eso de manera implícita en historias que terminan por entender casi bien los autóctonos y bastante decente los lejanos o foráneos. Esta película puede ser algo de todo esto.
Cine de familia que no familiar, cine que busca explicaciones y preguntas a través de un personaje menor, en ambos sentidos, que acabará probablemente como mayor, en ambos sentidos. La complicación como digo es en hacer el esfuerzo de entender mientras se suceden el drama y los diálogos, el compromiso del director se sutil y el del espectador desentramar, y así cuesta más.
Otros atributos del film, del cual sospecho, como de la mayoría de coproducciones hispano-argentinas, son los actores, que han pasado la quiebra sin dificultad, Nicolás Mateo (Agua), Luis Luque (Tres de corazones) o Marta Larralde (El penalti más largo del mundo) y la valentía de su director que ya se atrevió a llevar adelante algún documental como Che, un hombre de este mundo. Garantías pero sospechas, actores enfrentados a una idea muy particular que tiene que luchar contra muchos escollos en el camino de la comunicación.