Uno llega a ese cineclub con unos tipos con sus cajitas de caudales en plan cine de barrio (y no me refiero al programa), y ve como poco a poco la sala se va llenando ante la sorpresa de los organizadores, acostumbrados a un grupito fijo de número reducido. Y uno empieza a sentir una sensación de emoción, como si estuviera viviendo un momento casi histórico. Toda la intelectualidad carca de Donosti se arremolina ante una pantalla que ofrece unas introducciones tipo powerpoint que indican que después habrá coloquio. Un tipo con micrófono explica interminablemente detalles sobre la película que después que primero intuimos y después veremos que no venían a cuento. Pero eso no es lo que importa, lo crucial es la emoción de sus palabras. Y después de la película viene el coloquio. Pronto informan que posiblemente se haga un segundo pase para la gente que quedó fuera. A continuación comienza una competición de tópicos y pedantería para demostrar quien la tiene más grande (la intelectualidad). Tan patético y lamentable como divertido. Quiero volver.
Respecto a la película debo decir que he quedado un tanto desilusionado. Después de hace poco ver una película como “Fresas salvajes”, uno piensa que cincuenta años después, su autor ha tenido tiempo de refinar los puntos débiles y adaptarse. Mejorar. Lejos de eso, veo los mismos errores pero aumentados, y mucho menos talento. Algunos personajes, especialmente Henrik, son simples marionetas de un autor caprichoso que decide que actúen en determinado momento de una manera y en otros momentos de la contraria.
El formato de diez escenas en las que los personajes dialogan por parejas según diferentes combinaciones es muy rígido, artificial y termina por cansar. Si nos salimos de esto y vamos al prólogo y al epílogo la cosa va a peor, realmente eso sí que parece un telefilm.
Y a pesar de todo esto le doy tres estrellas. Se las doy porque contiene escenas muy poderosas, básicamente teatrales, pero eso no tiene por qué ser malo. La escena del padre golpeando a la hija es inmensa. Y la del padre contra el abuelo tiene mucha fuerza. A pesar de no gustarme el formato y hacérseme un poco densa la película, no ha llegado a aburrirme, y precisamente por estas razones.
En esta película no hay final feliz ni triste, no hay reonciliación ni tampoco llegan a matarse. Esto hace que sea menos digerible pero a la vez le da un toque más interesante.
Me gustaría poder decir como los que hablaron en el coloquio, que esta es una película excepcional, pero sinceramente creo que hay muchos puntos negros a resaltar.