Nos llega Caracremada, cinta ambientada exactamente en 1951, año en que la CNT dejó de plantar cara a aquello que la Historia conoce como "bando nacional". Pese a esta renuncia oficial, los hay que siguieron en armas y con ellos avanza la cámara que narra este film del catalán Lluis Galter.
Bien, hasta aquí podemos ya ir perdiendo el interés. Estamos ciertamente cansados de las eternas incursiones en el periodo de guerra y (sobre todo) de postguerra del cine español, o en este caso esta nueva muestra de cine catalán (más allá de cuestiones políticas y nacionales -que aquí y ahora, personalmente, me la traen al pairo-, es innegable que el cine trabajado en Cataluña aparece, a menudo, con una personalidad más o menos reconocible, con un reciente escuela de nombres propios con estilos e intereses, en no pocas ocasiones, bien comunes).
Sin embargo, avisan algunas voces de que la apuesta de Galter no es la habitual; es decir, no precisamente aquella a la que el más convencional "cine español" nos tiene acostumbrados. Quienes la han podido disfrutar ya hablan de una narración casi muda, silenciosa, puramente visual, con una cámara-testigo amparada en la imagen y nunca en el diálogo explicativo (ni floral, claro).
¿Y dónde se vio?, se preguntará el lector. Nada menos que en el Mostra de Venecia. Estar en el Lido es siempre una interesante tarjeta de presentación. Allí tuvo una acogida algo desconcertada, fría. Ojo, no tiene por qué ser malo, ésto.
Veremos. Los miedos siguen ahí, demasiado interés siguen despertando esas fechas ya tan machacadas por nuestra "industria", pero que alguien se acerque con una voz con ganas de diferencia, de peculiaridad, puede ser suficiente para que, por qué no, demos al menos un primer pasito para salir del búnker.