La Cosa, todos lo sabemos, ya era un remake. O una versión de idéntica fuente que el original no-firmado por Howard Hawks en 1951 (El enigma de otro mundo). Un clásico, dicen muchos; una película que hoy día cuesta revisitar, aceptémoslo. Esa fuente es Who goes there?, novela corta de John W. Campbell.
Lo importante es que en La cosa a Carpenter le salió todo bien. Desde el libreto hasta la gregaria pero perfectísima banda sonora de Morricone, pasando por la caracterización de los personajes; el ritmo pausado pero poderoso, pesado, sobrio; los efectos tan de la época pero tan efectivos; el final, ese final, abierto, perdida toda esperanza.
Con esta fiebre de versiones, secuelas y precuelas en que vive Hollywood hoy día, que llegase un segundo remake era inevitable. Y uno se puede temer lo peor, claro. Como de costumbre. Pero parece que algo de suerte vamos a tener.
De salida tenemos una precuela, sí, de nuevo esa creciente manía de contarnos qué pasó allí antes de lo ya visto en la película anterior. Algún día nos plantarán una precuela del Big Bang. Para contarlo todo, el fichaje es Eric Heisserer, joven guionista que parece haber conseguido que Destino Final 5 (esa saga de premisa argumental ri-dí-cu-la) no sea el truñaco infumable que todos esperaban que fuese. Eso sí, yo no pienso comprobarlo.
Y con el guión firmado, llega el director: Matthijs van Heijningen Jr. Aparte del esfuerzo supremo que me ha supuesto escribir su nombre completo sin comerme una consonante, solo puedo aportar un dato: Es su primera película.
¿Entonces de dónde me viene esa relativa garantía de que no vamos a ver una precuela sonrojante e indefendible, ese convencimiento aparentemente irracional? Pues del boca a boca. La cinta ha pasado por Sitges y son muchos los que hablan bien de ella. Algunos simplemente bien, sin fuegos de artificio. Otros realmente entusiasmados.
Dudo que participe de ese entusiasmo, y espero realmente un relato de terror más al uso, más efectista, directo y al grano, lejos de la osadía tranquila de Carpenter. Pero, al fin y al cabo, hay noches para regalarse un buen vino y hay noches para tomarse tan ricamente unas cervezas. ¿O no?