No vamos a dejar de decirlo porque ya
lo hayan dicho otros: El Hobbit es absurdamente larga. Parece
un proyecto donde el objetivo fuera cumplir el metraje para tres
películas, un objetivo a conseguir a todo costa. No eliminar
prácticamente nada del original, incluir además algunas nuevas
subtramas para dar una cierta homogeneidad con la trilogía del
anillo, recurrir constantemente a los insertos, flashbacks,
prólogos... No pueden ser ideas más desacertadas a la hora de
abordar una adaptación. El ritmo de la película es agónico, hasta
tal punto que a la hora y media, repito, ¡a la hora y media! uno
tiene la sensación de que no ha ocurrido nada especialmente
relevante. Comer, cantar, andar... La segunda mitad mantiene algo mejor el interés, pero el daño ya es irreparable.
Es sorprendente, y muy didáctico, que
el hecho de incluir casi cada línea de la novela, no haya servido
para respetar la esencia del original. El tono oscuro no encaja para
nada con las historias de corte más infantil e ingenuo que sirven de
núcleo. Pero tenemos más problemas. No hay apenas personajes. Todos
los enanos podrían ser uno solo, apenas hay rasgos de personalidad
que pudieran ser útiles al desarrollo dramático. Gandalf, en un
registro mucho menos carismático que en las otras películas, aporta
algo, sobre todo con la presencia y voz de Ian McKellen.
Bilbo, funciona en su línea tan británica, bien ejecutada por el
acertado Martin Freeman. Pero aquí sólo destaca para bien el
personaje de Gollum, ese prodigio de la infografía que es capaz de
aguantar un primer plano sostenido en el tiempo mejor que algunos
actores de carne y hueso.
Todo los puntos negros que he comentado
anteriormente eran previsibles. Lo que me ha molestado más es la
incapacidad de Peter Jackson de conseguir la épica de las
imágenes de las otras entregas. Podías coger cualquier fotograma de
la vieja trilogía y tenías una postal de épica fantástica. Aquí,
no sé si por estar más preocupado del 3D y del nuevo ratio de
fotogramas, no se percibe ese impacto visual, no hay una solidez
formal y una coherencia con ese submundo de fantasía que inunda, en
el mundo real, juegos, música, comics y otras artes. Dicho de otra
manera: falta chispa. Las imágenes, la acción y la narración
sufren de lo mismo: están terriblemente diluidas.