Directa, clara, sin miedo a la conversación, y con una actuación magistral de la protagonista que nutre de detalles la evolución de sus pocos días y estados. Sin panplinas ni adornos, en línea recta hacia la sala de interrogatorios dejando al espectador inquieto y quieto por las pesquisas, las mentiras, los reconocimientos y los inteligentes descansos del guión.
El juicio final, quizás, menos cargado de fuerza, pero en la medida probablemente de lo que sucedió, sin aprecio, con reflexión silenciosa y una sensación en el rostro del detective y del juez, exagerado pero cierto, de fin. Una película que sin alaridos transmite bien el espíritu de una Alemania por aquel entonces resentida y a punto de explotar.