Crítica de la película La noche más oscura (Zero Dark Thirty) por Olmo

Si algo me gusta de Kathry Bigelow (En tierra hostil, K19) es su manera discreta, no popular ni morbosa de hacer cine. Con un estallido de imágenes directas que llenan la pantalla y el apetito del espectador es capaz de enchufar a éste al respaldo de la butaca, manteniéndole hasta que sea preciso, hasta que ella decida. Cualquier no puede hacerlo. Es más, cualquiera no sabe hacerlo. Y es que a esta directora le gusta el ambiente tenso, las miradas frías y calculadoras, las dobles lecturas. La noche más oscura, su último trabajo, puede parecer a cierta vista un producto con violencia gratuita, derrochadora de presupuesto, jugando con sucesos tan recientes que acaparan a cualquier espectador palomitero. Pero Bigelow suele ir más allá, irá más allá estoy seguro.

A destacar el trabajo de montaje, dirección y ejecución de escenas arriesgadas y ambientes hostiles. Sin dejar a un lado una cinta de corte dramática con más acción de lo habitual. Más que un trabajo de interpretación de su reparto es una cinta de la interpretación de la acción y la puesta en escena, más allá de las granadas, el olor a pólvora y la peligrosidad. Se trata de verla como si fueras de puntillas, por si las moscas. Puede que la noche sea lo único oscuro de este film que derrocha luz por todas partes. Tan discreta que nos olvidaremos a quién buscan y el cómo le buscan. Y además viene con premios.