El director de esta película, Rashid Masharawi, creció en un campo de refugiados de Gaza. Este hecho explica que siempre haya estado interesado en retratar la situación de su país aunque, mal pensado, el cine palestino parece estar eternamente atrapado por su excepcional cisma político. Habrá que disculparle que, en vez de contar algo nuevo, se limite una vez más a hablarnos de lo de siempre. Eso si, por lo menos intenta hacerlo de un modo diferente.
Abu Laila es un juez reconvertido en taxista a la espera de que le den los papeles necesarios para ejercer. El día del cumpleaños de su hija promete volver a casa a las ocho con un regalo bajo el brazo pero a lo largo de la jornada le irán sucediendo mil contratiempos, a cada cual más imprevisto. La idea de enfocar la realidad social cotidiana de Palestina desde un taxi parece bastante prometedora, pero lo cierto es que todos los eventos que van encadenándose son de lo más previsibles. No falta el atentado suicida, los ataques de los helicópteros israelíes ni las autoridades incompetentes. Otros sucesos son más cotidianos, pero todos ellos carecen de trascendencia. El conjunto de situaciones nos da a entender como es el desquiciado estilo de vida en un territorio ocupado. Así, la ciudad de Ramalla se va extendiendo detrás de los cristales del taxi, como si nosotros fuéramos los pasajeros.
La presencia del actor Mohammed Bakri -bastante convincente en su papel- monopoliza toda la película. La cámara no deja de seguirle, consciente de que sin él no tiene a qué aferrarse. Lo cierto es que la principal novedad del film es precisamente la de presentar a un protagonista alejado de arquetipos. Laila es un palestino pudiente y respetuoso con el orden, lo cual le causa más de un disgusto. La idea de un juez taxista da, en efecto, bastante juego. A raíz de este hecho se producen algunas escenas de humor absurdo como la de la declaración en la oficina de policía. Toda la película es ciertamente irónica. El mismo Laila es también bastante paródico, con sus gafas y su pelo siempre bien peinado. Lo mismo ocurre con su preconcebida idea de la ley y la justicia.
En todo momento se nota una importante falta de presupuesto. Además de ser autodidacta, Masharawi ha tenido que recurrir a capital extranjero para rodar su historia, pero ni con esas ha podido realizar una película medianamente digna. Tiene mucho mérito lo que ha logrado con tan pocos recursos, pero eso no significa que el espectador tenga que pagar el pato. De hecho, la historia de esta película podría haberse contado a través de un cortometraje y el resultado hubiese sido mucho más sólido. El final del periplo es el de siempre. Como si de un día de furia se tratase, el personaje acaba perdiendo los papeles y mandándolo todo al garete. Solo le queda reunirse con su familia y dar un buen uso a las cosas que ha ido recopilando en las diferentes desventuras del día.
Lo cierto es que poco más se puede decir de este film, cuya duración apenas supera la hora. Fácil de ver y realizada con buena intención, Laila´s bithday es una película tremendamente modesta a la que da mucha pena suspender. Como el profesor que se encuentra a un alumno aplicado, seremos comprensivos y le aprobaremos por la mínima. Al fin y al cabo, el cine tiene que apoyarse en causas justas. Eso si, queda en el aire una pregunta obligada. ¿Cuántas películas más sobre el conflicto palestino-israelí vamos a tener que tragarnos?