Una precuela verdaderamente coherente
con El planeta de los Simios debería ser una arriesgada
historia que abarcase miles de años, de lenta evolución y con
transformaciones sociales casi igual de lentas. Me viene a la memoria
uno de los fabulosos cortos de Animatrix, Segundo Renacimiento que cuenta los hechos que darían origen al universo Matrix a modo de
relato histórico. Claro que ese modo de proceder no permite formar
una estructura clásica, con protagonistas, nudo y desenlace. Parece
que los guionistas de The Relic, no han querido renunciar a
nada: quieren tener una precuela coherente al detalle con la saga, al
tiempo que realizan una sencilla película clásica para todos los
públicos. El resultado da lugar a unos trucos de guión descomunales
que hace llegar la película del punto A (situación actual) al punto
B (escenario previo al cambio) a base de golpes inaceptables.
El principal responsable es el
medicamento que todo lo puede. El que genera la inteligencia al
instante en los simios (pero no sólo la capacidad, sino que parece
que, salvo César, el resto ni siquiera necesita aprendizaje).
También parece ser, aunque no lo comenten, que el milagroso
medicamento debe reconfigurar la laringe de los simios para que
puedan pronunciar palabras comprensibles al nivel de la sonrojante
"César está en casa". Pero aún quedan más problemas de guión
que solucionar, tranquilos el medicamento es la clave. ¿Por qué no
hace más inteligentes a los humanos? Vaya, parece que en estos es de
efecto pasajero. ¿Y cómo acabarán un pequeño grupo de simios
desnudos -por listos que sean- con una civilización que podría
simplemente bombardear con Napalm el bosque? ¡Tranquilos! Tenemos el
medicamento. Parece que en su última variedad también es un virus
mortal que creará un pandemia brutal. Conseguido, en unos cuantos
años hemos llegado con éxito de A a B.
Los recursos fáciles e inaceptables no
acaban ahí. César encarcelado, y, oh!
en mi manual de como escribir un guión dice que necesita un
compañero veterano con quien hablar. Cosa bastante imposible,
cuando el resto de los simios no son inteligentes. Le colocaremos a
uno que sabe el lenguaje de signos, ¿como justificarlo? Claro,
trabajaba en un circo. Con eso ya es el equivalente a Morgan Freeman
en Cadena Perpetua. Si alguien sabe el lenguaje de los signos
se puede pasar por un circo para charlar sobre Descartes con
cualquier orangután en una jaula. Pero quién se fija en los
pequeños detalles, todos estarán admirando la calidad de estas
animaciones digitales, con esa increíble expresividad.
Es cierto, los simios son impecables,
hemos llegado a un nivel técnico apabullante. Pero cuando Spielberg
rodó Parque Jurásico también deslumbró al mundo con sus
dinosaurios, y no por ello descuidó una buena historia de aventuras
y sobre todo, una dirección a la altura. Aquí lo que tenemos es una
cámara que se mueve en espiral detrás de César, sin el menor
atisbo de talento cinematográfico por parte de Rupert Wyatt.
Para terminar tenemos a un
desaprovechado James Franco que fuera de los primeros veinte
minutos, podría haber desaparecido de la película, ya que sus
vínculos emocionales con César son demasiado pobres, dentro de una historia sin fuerza y con un final templadísimo.