Es admirable conseguir alargar hasta y media una película con una premisa argumental tan tonta. La verdad es que Bobcat Goldthwait lo consigue, haciendo una película entretenida que provoca muchas veces la sonrisa y en ocasiones la carcajada.
También es verdad que para ello recurre a una especie de cruce entre “Los padres de ella”, película a la que tiene un razonable parecido, y “Persiguiendo a Amy”, con quien comparte diversos puntos dramáticos. ¿Será casualidad que la protagonista se llame Amy? ¿Y soy yo el único que le saca un cierto parecido a la actriz? En todo caso, resuelve la película con su propia voz. Casi es de agradecer que se haya apoyado en pilares probados porque la cosa pintaba mal.
Cuando se habla de una película sin pretensiones, nunca es tan acertado como en esta ocasión. Tanto es así que el propio director en la rueda de prensa califica su film como “película casera”. Además admite que no es una película con una imagen bonita. Lo cierto es que la fotografía es la mínima, muy mínima, y la calidad de la imagen digital no termina de cumplir. No sé si es parte de la exageración cuando dice que la pensaba para enseñarla a amigos, lo que está claro es que él es el primero en sorprenderse de tener su trabajo en la sección oficial. Y el primero en salir llorando del Kursaal en el pase de la tarde por la buena acogida del público.
El final, con muerte de por medio, es un tanto tosco, en principio. Afortunadamente no está hecho para dar un golpe final sino para trabajar el sentimiento de culpa de una persona, que según moraleja debía haber tenido la boquita cerrada.
La cosa está clara, no se puede decir que esta sea una buena película pero al menos es una comedia con chispa sin tiempos muertos y con algunas interesantes relaciones de pareja. Toda una filosofía de la mentira.