Tarantino hace tiempo que dejó de pensarse las cosas demasiado. Fue evidente en Kill Bill, donde no había nadie para decirle: Quentin, se te está yendo la perola. Fue meridianamente diáfano en Death Proof. Y aquí seguramente tampoco había nadie pero, claro, este guión llevaba años mascándolo (si bien con tantos enfoques distintos que al final eso se ha notado en la esquizofrenia genérica del film), y además aquí, de algún modo, a Tarantino se le ha encendido la bombilla y le han ido saliendo varias escenas simplemente antológicas.
A Tarantino se le va en varios momentos en los que quiere continuar con su cruzada pulp particular, flashbacks, nombres sobreimpresionados en la pantalla, música nerviosa y fragmentada, apenas varios segundos en verdad para subrayar miradas y gestos puntuales... Es su estilo pulp. Pero lo es a momentos, cuando llegábamos de una escena anterior completamente distinta.
Es como si pasásemos de una versión spaghetti de Las puertas del cielo a Kill Bill, de repente.
Pero más allá de esos (afortunadamente no muchos) momentos de descontrol, Malditos bastardos sobresale por dos cuestiones: La calidad apabullante de varias de sus secuencias, y por la construcción de dos o tres personajes memorables y, sobre todo, uno: el coronel Hans Landa.
En verdad no tiene este film desarrollo alguno. Se muestran cuatro o cinco momentos aislados (prácticamente cortometrajes) para llegar a una última secuencia, la del cine, en la todos confluyen y Tarantino se queda a gusto montando el rosario de la aurora.
Antes, hemos tenido la escena inicial, una pequeña obra maestra en sí misma. ¡Qué tensión! ¡Y qué personaje, el Coronel! Luego llega el desmadre pulp de los bastardos. Pero enseguida nos alcanzan más escenas de sobresaliente: la taberna, por ejemplo. Y, además, muchos de los gags funcionan a las mil maravillas: los bastardos intentando hacerse pasar por italianos en el cine, por ejemplo. Gran momento.
Premitidme terminar con Christoph Waltz. Ya he comentado que su personaje es, de largo, el mejor del film. Su trabajo es impresionante. Magnético. Una construcción que perdurará en la memoria.
Mucho mejor Tarantino que los dos Tarantinos anteriores.