No sé qué degrada más mi imagen como precrítico, si dedicarle unas lineas a esta película o reconocer que me he enterado de su existencia hoy por la tele. Por lo que me cuentan, está recibiendo bastante apoyo publicitario. Los dueños de las distribuidoras han debido pensar que era una buena película por la que apostar fuerte, dado los buenos mimbres con los que está hecha. O eso, o yo soy un ingenuo de tomo y lomo.
Cuando he visto el trailer me he quedado sorprendido. Pero, tras pensarlo un poco, me he sorprendido de sorprenderme. Por un lado está Nicolas Cage haciendo 3D. ¿Sorprendente? A estas alturas en absoluto. Está claro que Úlceroso Cage rueda lo que haga falta con tal de pagar sus abultadas deudas que no entiendo muy bien cómo puede tener. Por otro lado la película tiene un tufillo a Tarantino-Rodriguez con ese rollito trash-pulp que no hay por donde cogerla. Está claro que la película no se toma en serio, pero ni aún así creo que se justifique hacer otra película más sin alma.
Sin embargo, la reflexión principal que me ha llevado a gastar unas lineas en escribir esta crítica, es la constatación de algo que tampoco a día de hoy debería ya sorprenderme: Avatar fue un espejismo. Parecía que el cine 3D intentaba ir más allá y elevar la espectacularidad visual de las películas apostando por cobrar más a cambio de ofrecer más. Sin embargo, la última treta de la gente del cine parece que va a ser cobrarte más por darte una mierda - con perdón - mayor. Si mucha gente salía de las películas con sensación de timo, ahora esa sensación de eleva cuando ves que te cobran entre nueve y doce euros por ver a Nicolas Cage pasado de vueltas haciendo como que actúa contra un panel verde y sin guión.
¿Es una pena que el 3D se haya degradado tanto y tan pronto? Sí y no. Por un lado, con no pagar por él basta. Pero por otro, si ésta iba a ser la salvación del cine, tenemos un problema.
Para huir como de la peste, incluso para fans de los despropósitos de Cage.