Muy justita, sin demasiados detalles más allá de las risas sencillas, se balancea en el desinterés a cada escena sin viajar de forma muy definida con la necesidad de tanto personaje secundario en busca de protagonismo.
Quizás el koala, que nunca es dejado de la mano del guionista para sacar partido a su carácter insolente, sea el único que se salva de una quema de pocas chispas, de poca emoción y demasiado copiona, pero a lo sencillo.