Johnatham Demme quiere hacer una película Dogma y, al mismo tiempo, no la quiere hacer. Demme quiere una banda sonora de su gusto, como no, después de dedicarse a rodar documentales musicales, así que como la norma dice que no se puede añadir música artificialmente, decide incluir en cada momento un grupo de música tocando en algún punto de la casa. Lo que pretende ser una búsqueda de realismo se torna aquí absurdamente en artificialidad, en un parche, un añadido postizo. Contruye, en ocasiones, planos evidentemente estéticos, que no encajan con las limitaciones que se impone y se quedan a medio camino de dos metodologías bien distintas.
En resumen, Demme no puede o no quiere ocultar sus maneras americanas, su gusto por la finura audiovisual y termina rodando una película cómoda y convencional a la que aplica unas normas puramente técnicas. Sin duda, donde mejor cuajan estas normas es durante la propia boda, con un estilo de video casero al que tan acostumbrados estamos.
Bebe exageradamente de Celebración, aunque no quiere ser tan incisiva. Nos cuenta una historia que ya conocemos sobre los problemas de la rehabilitación. Anne Hathaway es, seguramente lo mejor de la película y, sin lugar a dudas, está en el mejor papel de su carrera. Los personajes, en general, están bien construidos, complejos y reales, aunque en algún momento caigan en la incoherencia en favor del espectáculo.
Un drama aceptable con unas elecciones inadecuadas.