Crítica de la película La boda de Rachel por Iñaki Ortiz

Hay básicamente dos formas de interpretar el momento presente de la carrerra de Johnatham Demme. Podríamos decir que el director, hoy por hoy, hace un poco lo que le apetece, prueba de ello son los documentales que ha realizado recientemente sobre la figura de ilustres artistas de la música. Otra forma de plantearlo sería sentenciar que el director de El silencio de los corderos se encuentra completamente desorientado.

En realidad, no es relevante, pues ambos planteamientos se puede presentar como riesgo u oportunidad. El hecho es que, confirmando alguno de ellos, Demme nos sale ahora por un camino inesperado: ha realizado una película dogma, o eso dicen. Y lo ha hecho ya al final de la década, en EEUU. No puede ser una opción más estravagante.

Sólo me viene a la mente una expresión: "a destiempo". Cuando el cine americano ya ha absorvido del dogma aquello que le interesaba y ha eliminado el resto, llega Demme con esta propuesta. ¿Nos puede aportar algo?

Como elección, yo diría que no. Lo que no impide que esta pueda ser una película interesante. Hemos interiorizado ya tanto los mecanismos de esta locura danesa, que ya ni siquiera nos llama la atención. La boda de Rachel, por tanto, se me presenta como un drama sobre relaciones humanas que puede ser interesante como cualquier otro, sin más aditivos, así que espero que tenga otros valores. Su guionista, Jenny Lumet (sí, la "hija de"), es primeriza en esto y espero que haya puesto toda su ilusión. Perdonaré fallos, pero no la falta de energía.

Por último, no puedo dejar de mencionar la presencia de Anne Hathaway, que sin duda tendrá una importancia capital en la película y una responsabilidad de iguales dimensiones. Sin ser una gran actriz, ha protagonizado eficazmente proyectos como La joven Jane Austen, y ha funcionado en pequeños papeles como en Brokeback Mountain. Veremos si está a la altura.

En definitiva, un proyecto que llega tarde pero que puede ofrecer algún punto positivo.