Hoy he visto en el festival de San
Sebastián dos películas sobre triángulos de amor y desamor, Take
this Waltz y esta, The Deep blue sea. La primera algo irregular
en sus comienzos, consigue aportar algo nuevo, de valor a una
historia tan vieja como el ser humano. La que nos ocupa, sin embargo,
ha funcionado con un cuidado guión y una exquisita ambientación
desde el primer minuto, pero no ha llegado a aportar nada nuevo al
viejo drama.
Eso no quiere decir que no se pueda
disfrutar a través de las intensas interpretaciones, básicamente de
Rachel Weisz. De la misma manera que se puede disfrutar la
percepción de ese Londres de los 50, con una ambientación más
conceptual que realista, más representando la que podría ser la
esencia de la ciudad en ese tiempo. Unos buenos diálogos, que aunque
en ocasiones guardan dobles interpretaciones, están muy lejos del
cripticismo que encontrábamos en la anterior ficción de Terence
Davies, La casa de la alegría, donde casi había que
descifrar lo que querían decir los personajes. El tema, aunque guarda
algunos paralelismos con aquella, también es mucho menos complejo.
Se agradece, eso sí, la no-linealidad
del guión, que hace de este planteamiento tan simple, un desarrollo
más interesante de seguir. No será esta la película por la que el
director sea recordado, pero es un trabajo correcto y sincero.