Como una muestra más de uno de los productos artesanales más típicamente franceses, llega esta película dirigida por Jean Becker. Más de uno recordará su película Un crimen en el paraíso, o la más reciente Conversaciones con mi jardinero. Una forma claramente clásica, tranquila y elegante. Habitualmente asociado a un entorno rural, siempre buscando unas buenas interpretaciones y un cine que en su empeño por centrarse en los personajes, se torna en todo un estereotipo del cine europeo clásico y, en concreto del cine francés.
Un actor que le viene que ni pintado a esta película es Albert Dupontel, una cara conocida para los espectadores habituales del cine galo. Hace poco le veíamos en la fallida Chrysalis, y en la petarda Odette, una comedia sobre la felicidad. Yo prefiero recordarle por su gran papel en la interesante Las confesiones del doctor Sachs.
A su lado una actriz interesante, Marie-Josée Croze, a la que vimos en la exquisita La escafandra y la mariposa. Una actriz acostumbrada al cine americano, un ejemplo entre varios es Munich.
Por lo general suelo ser reacio a propuestas tan clásicas, aunque también suelo ser generoso con el cine francés. El hecho de que este tipo de películas estén tan centradas en los personajes y sus relaciones y muy poco en el argumento, hace que el paso del tiempo no les afecte tanto como a un clásico film americano centrado en el argumento, donde una visión anticuada resulta casi siempre desastroso.
Se trata seguramente de una buena película para ese tipo de público que ya tiene claro que estas pequeñas películas francesas de buena factura son de su agrado. Solidez y buenas interpretaciones. Cine costumbrista que nos habla sobre algún aspecto de la vida, para ese espectador paciente y reposado que no quiere demasiados sobresaltos y que no conoce ni soportaría a Michelle Gondry.