Podemos reconocer en las imágenes de esta película los lugares y la ambientación que por el cine conocemos del sur de los estados unidos. Esas zonas con porches cerrados por puertas transparentes y ese calor que flota en la atmósfera y que la cámara siempre se jacta de apreciar. Un entorno idóneo para contar una historia difícil de digerir, dura e incómoda.
El film se presenta a concurso en la sección dramática del festival de Sundance, y es uno de los más interesantes a priori, veremos si se lleva algo. La directora y guionista, así como parte de la producción, es Deborah Kampmeier, una cineasta poco conocida que sólo tiene un trabajo anterior, Virgin, también de temática difícil, por la que ganó varios premios en el circuito independiente.
En el reparto nos encontramos a Robin Wright Penn que ya trabajó en Virgin a las órdenes de la directora. La podremos ver en la nueva de Minghella, Breaking and entering y hace poco la vimos, con el pelo rojo, en la convencionalmente independiente Una casa en el fin del mundo. Eso sí, para mí siempre será La princesa prometida. Esta actriz viene eligiendo sus papeles más en función del interés artístico de la obra que de las retribuciones económicas, y eso es loable. Una prueba de ello es su participación en una de las historias de la fabulosa película Nueve vidas. Y es precisamente en esta donde pudimos comprobar lo rápido que está madurando la nueva niña prodigio del cine que es Dakota Fanning.
Si en esa película era capaz de aguantar el larguísimo plano secuencia a Glenn Close, en La guerra de los mundos conseguía ser el centro de la tensión en muchas escenas. En su empeño en convencer al público de que es capaz de afrontar papeles mucho más interesantes que los de niña adorable, se ha embarcado en este drama que le va a pedir que lo dé todo sin tener en cuenta su corta edad. Confiemos en que esté preparada para sacar adelante un papel tan controvertido.
En definitiva, una película intensa y de calidad, posiblemente, que no es apta para quien sólo quiera pasar un rato entretenido comiéndose unas palomitas, cosa perfectamente respetable. Para eso ya está Noche en el museo.