Sin ninguna duda, y siempre en mi opinión, la esperada película de Monstruo del director de "Memories of murder" tiene los mejores minutos que se han visto en la Semana de Terror de Cine de San Sebastián. Ahora bien, el producto final no está a la altura de esos momentos.
Absolutamente maravillosa es la intro, de serie B total, en la que se nos muestra la génesis de la Bestia. Una manera mucho más interesante que la habitual de aparición de la Bestia y posterior investigación de su génesis.
El primer ataque del Monstruo está magníficamente bien tensado y logrado. En una línea absolutamente continuista con lo que pueden ser las grandes películas occidentales sobre monstruos. Pero con un toque que la hace diferente y que nos da el primer aviso de que lo que vamos a ver es cine oriental. Me refiero al mágico momento en el que el protagonista confunde la mano de su hija y es atrapada por el Monstruo. Repito. Impagable.
A partir de ahí la película adquiere un ritmo de crecimiento espectacular en el que se empiezan a mezclar drama familiar, situaciones de puro esperpento y cine de género. Esa familia tan desunidamente unida. El personaje de la hermana que siempre falla en los momentos clave con el arco, el padre, el abuelo, todos están maravillosos.
En contra de lo que leí en su día a mi compañero Sherlock, la película no decae a mi parecer tras la muerte del abuelo. Es más, toma un derrotero ciertamente curioso como es el paso de la misión de unos a otros. Me gusta esa idea de perseverancia y supervivencia.
Las mayores pegas las veo más bien en un final excesivamente dilatado y en el que no es el agente naranja el que lo inunda todo, sino más bien la crítica política, que acaba desentonando el gusto de una salsa que estaba siendo exquisitamente agridulce.
Un cargar las tintas que termina por dejarle a uno con una sensación de no plenitud cuando abandona su butaca.
Pudo haber sido una gran película imperfecta, de corazón y víscera pura, pero le perdió la cabeza.