Cuando uno se propone dirigir un thriller debe saber que el camino no está exento de baches. Estas dificultades -más narrativas que formales- provienen precisamente del propio género. Estamos tan acostumbrados a sus recursos que todo lo que huela a asesino enmascarado nos va a parecer predecible. Lo lógico es pensar que el truco para superar esta barrera consiste en aportar algo nuevo a la historia. ¡Pues no! Hush se salta la norma a la torera y se limita a seguir el guión establecido, saliendo admirablemente ilesa de la jugada. No en vano Mark Tonderai pertenece a esa nueva generación de jóvenes directores británicos empeñados en retomar las riendas del género.
El argumento es sorprendentemente sencillo. Will Ash y Christine Bottomley interpretan a una pareja en crisis compuesta por el típico looser y su irritable novia. El guión del propio Tonderai deja rápidamente a un lado el tema de las relaciones de pareja y sus infidelidades para centrarse en una persecución prolongada y sin apenas respiro. Está muy bien que se hable de deberes morales en una sociedad cada vez más egoísta y despreocupada por el devenir del prójimo, pero aunque pretendan vendernos otra cosa aquí no hay héroes, tan solo una persona corriente que se ve metida en un atolladero de mucho cuidado casi sin darse cuenta. Puro thriler de carretera.
El director de esta película ha visto mucho cine. Uno se da cuenta nada más comenzar el juego entre gato y ratón en el que se ve inmerso su sufrido protagonista. Como ya hemos dicho, el género se retroalimenta de referencias y Hush no es una excepción. Desde Hitchcock al resurgir del terror a comienzos de los setenta los mecanismos se repiten una y otra vez. Los más avezados tenemos en mente El diablo sobre ruedas o Carretera al infierno en todo momento, pero Hush sabe actualizar la persecución por estaciones de servicio y carreteras solitarias a los tiempos que corren. ¿Cómo lo hace? Vayamos por partes.
El guión es lo suficientemente inteligente y sabe trasladar la acción por diferentes escenarios e incluir un par de giros para no aburrirnos. Tonderai quiere ante todo mantener la atención del espectador, aunque en ciertos momentos también busca demostrar que tiene en su casa las mismas películas que nosotros. El protagonista escondido debajo del camión, la escena en los lavabos, el asesino cubierto por la capucha de principio a fin... La sucesión de escenas las hemos visto no ya cien sino miles de veces. Y sin embargo, funcionan. A través de un montaje bastante conseguido que sabe hacer uso de la cámara al hombro en momentos puntuales el director nos va llevando por una persecución nocturna en la que la presa termina por hacer frente al cazador y derrotarlo.
Poco más se puede decir de esta película. Con una producción pequeña, apenas tres personajes y unos parcos entornos de carretera, Tonderai se estrena en el mundo de la dirección con una opera prima que busca repasar los convencionalismos del thriller de forma humilde pero convincente. No hay trampa ni cartón en su propuesta. Al salir del cine uno se da cuenta inmediatamente de que la película no nos ha ofrecido nada nuevo, pero luego recapacita al comprender que ha pasado una hora y media de lo más entretenida. ¡Que no es poco!