Cuando se abandona a un personaje a la suerte de los secundarios que le rodean, o se está haciendo cine rompedor o gran clásico, pero es fácil perderse en la inmensidad de una historia queriendo reivindicar el guión tapando huecos.
Llegado un punto en que la verdadera soledad del personaje puede atraernos, el director se olvida de él para lanzarse a la caza y captura de secundarios con aspiraciones, cosa que no me molesta, siempre y cuando el principal salga respaldado y abierto en canal. Cerca de los momentos finales donde la interpretación estelar hace falta para alzar a lo grande a un personaje, teniendo en cuenta que no le fuerza dramáticamente en todo el film, el director se olvida de la fuente del conflicto y se centra en contar a gritos narradísimos lo que le rodea.
La película se pierde en la trama pasando de largo por lo fundamental de sus personajes y lo que los forma como tales, con un espejo y una mirada hay que ser muy bueno para transmitir, al alcance de pocos.
Mínimamente decorada, huyendo de grandes destrezas del atrezzo se mantiene más o menos para dar muestras de un tiempo, pero poco. Justita.
Los espectáculos morbosos dan cuenta de la fragilidad de ideas.