Se despide uno de los maestros del cine contemporáneo
europeo: Bela Tarr. Y lo hace, curiosamente, por la puerta grande, al menos en
España, teniendo en cuenta que es la primera película de este director que se
estrena comercialmente en España.
No estamos hablando de cine al alcance de muchos. De hecho,
si no me doy prisa, en la única sesión programada diaria en el único cine en la
que está, ya no podré verla, pero se agradece poder ver el trabajo de este
esteta de la imagen y de la atmósfera en pantalla grande. Y me refiero a que no
está al alcance de muchos porque da lo que propone: aburrimiento. El cine de
Tarr hay que verlo con la mente muy abierta y una visión tan al infinito que seas
capaz de divertirte viendo durante las casi dos horas y media tu propia nuca.
Estamos, en definitiva, del adiós cinematográfico del que
junto a Andrei Tarkovski, ha sido el director europeo de su generación más
influyente. Una ocasión para los que casi en la clandestinidad podíamos ver sus
películas como Damnation, Satán-tango o El hombre de Londres y para todos
aquellos arriesgados.
Nos vemos en el cine.