Werner Herzog es uno de los
ejemplos más claros de lo difusa que puede ser la línea que separa
el género documental de la ficción, si la obra es lo
suficientemente ambiciosa. Sus documentales, unos cuantos ya, tienen
una pasión especial que los aleja de la frialdad habitual del ensayo
y una estética tan cuidada que no tienen que envidiar a la imagen
real. Su cine de ficción, en muchas ocasiones está clavado a la
realidad, al menos visualmente. Quizá no está tan lejos la ficción
de Fitzcarraldo de la versión detrás de las cámaras que es,
en parte, Mi enemigo íntimo. Rizando el rizo, en The Wild
Blue Yonder toma imágenes documentales (suyas o de archivo) y a
través de ella relata una nueva ficción.
Ahora se interesa por la cueva de
Chauvet, en el sur de Francia, un lugar realmente inaccesible donde
se han encontrado importantes pinturas rupestres. El interés de
Herzog en este tema es variado. Para empezar está el puro valor
científico, y aquí cabe destacar que su abuelo era arqueólogo. Sin
duda, un relato interesante sobre sus descubridores recientes, sobre
la relevancia del hallazgo y demás. Hasta aquí el núcleo de
interés, aunque nada que se salga de lo común en un buen documental
científico. Pero hay más.
Una pintura rupestre no es sólo un
elemento de interés arqueológico, no debemos olvidar que, a pesar
de su sencillez, no deja de ser una obra de arte. Herzog nos querrá
transmitir este arte -tan difícil de visitar, por no decir
imposible- desgranando su más íntima belleza y la idea estética
que se escondía en la mano creadora. Para ello, además de su
habitual capacidad audiovisual, ha decidido rodarlo en 3D. Permitidme
que mi primera reacción sea la de torcer el gesto, pero es que
empiezo a estar bastante cansado de la sobredimensión (nunca mejor
dicho) de esta técnica algo tramposa. En todo caso, quizá una obra
puramente visual, un simple recreación, sea el mejor lugar donde
aplicar el falso 3D. No olvidemos que su compatriota, Wim Wenders,
conseguía darle un valor aceptable al formato en otro documental de
exhibición artística: Pina.
Dejo para el final el aspecto más
importante, al menos, aquello que creo que más ha seducido al
director: el reto. La dificultad de rodar en esas cuevas
inaccesibles, en las peores condiciones, ha tenido que ser una de las
más importantes razones, si no la definitiva, que ha llevado a
Herzog a enfrentarse a este proyecto. Seguramente, la propia
dificultad será protagonista en la historia, o al menos visible
indirectamente. O quizá algún día nos lo cuente en otro de sus
extraños documentales.
Si tienes la suerte de que se haya
estrenado en tu zona, es una buena oportunidad de ver algo diferente,
interesante y atractivo, mientras te resguardas del calor veraniego
en una cueva sumergida. Eso sí, sólo será apta para un espectador
verdaderamente inquieto.