Quizá mis expectativas vayan a sobrepasar lo que finalmente pueda aportarme esta película, pero por lo poco que he podido ver, puede ser una cinta de esas que dejan huella a los enamorados de un pasado, a lo que sueñan despiertos con un futuro que sabemos que nunca existirá, a los románticos con la nostalgia por bandera.
Tras La copa, estamos ante el segundo film del director y monje budista Khyentse Norbu, que firmó esta producción en el 2003 y ha tardado océanos de tiempo en llegar a nuestras pantallas. Norbu empezó en el cine haciendo como asistente de Bertolucci en Pequeño Buda y se le conoce también como “Rimpoche” que significa “joya preciosa”, intentando adjetivar su condición de iluminado. Su sapiencia conducirá a los actores, de los cuales ninguno es profesional, a través de un camino dónde se nos narrará una historia de búsqueda, cuya meta al final quizá sea la más insospechada.
A mi no me queda otra mas que rendirme ante una fábula con sabias enseñanzas por descubrir. Los que buscan algo mas que pasar el rato en la butaca, es posible que encuentren una profunda reflexión expuesta de manera simple.