Podría centrarme en las cosas menos buenas de esta película, pero no son lo suficientemente grandes como para volcarse en ellas. En cambio, se disfruta de la eterna historia del cine español desde un prisma local, sencillo, sin demostraciones y encima bastante parcial al menos en su personaje principal, un héroe contado como no héroe.
Las líneas maestras de la película por tanto, no son la guerra, sino la entereza de la no confusión por parte de un párroco, al que alrededor se le desmoronan todas las fuerzas de la naturaleza. El objetivo es ese y se ha logrado. De manera sencilla, llegamos al final de un hombre que no pierde la cabeza en ningún momento, así como sí lo hizo España entera. No olvida y no niega, no echa la vista a un lado. Un hombre libre.
Así podemos después, criticar su edad, alguna actuación exagerada, los comienzos quizás rápidos, pero para mí, queda todo a un lado con el pasar de las escenas, porque en este caso es importante el mensaje y las formas muy decentes quedan atrás. El trbajo de la pareja protagonista deja a las claras la perfecta sintonía entre ambos, viejos conocidos. El apoyo de la historia más débil, que al final da cuenta de los egoismos personales de unas muertes que no deben olvidarse, está construido bajo el semblante generoso en actuación y firme de Gorka Aguinagalde, un crecer que arroya al resto de secundarios.
Es probable que sea altruista, pero buena nota.