Brogman comienza con un prólogo impecable, que nos deja claro que vamos a ver algo diferente y que define las características del personaje protagonista con sorprendente precisión. Esto es importante pues apenas recibiremos más información. Se inicia con una frase apocalíptica "Y descendieron sobre la tierra para fortalecer sus filas", lo que ya da una idea de la condición mitológica del personaje. Un cura en la comunión que pasa a tomar un rifle. Nuestro protagonista viviendo debajo de la tierra, como salido de algún mito europeo. Y cuando ya tenemos toda esta imaginería ancestral más o menos asimilada, el extraño ser (demonio, ángel caído, vagabundo mágico...) saca su móvil y hace una llamada, dejándonos muy claro que su estirpe, por mucho que viva como una criatura del bosque, se ha adaptado perfectamente al siglo XXI.
Con este prólogo se anticipan varias particularidades de la película. Por un lado, el director nos lleva de un giro a otro, sorprendiendo con su estilo y con los contrastes (cura/rifle, bosque/tecnología) dejando claro que la película nos irá llevando por caminos inesperados, para los que necesitamos una mente abierta. Por otra parte, nos da toda la información que necesitamos. Según avanza, sientes que en algún momento se explicarán los misterios, pero en realidad ya tienes desde los primeros cinco minutos, toda la información que necesitas. Al igual que la reciente Upstream Color -con la que tiene más de un punto en común- llegas al final buscando una explicación para darte cuenta que, en el fondo, en todo momento has entendido la película. Se entienden ambas, de un modo más bien intuitivo, emocional, más de un vistazo de conjunto que entrando a precisar cada detalle.
La película se articula principalmente como una pesadilla. De hecho, dice el director que su idea parte del prólogo, y éste de un sueño que tuvo. Todo está plagado de simbolismo onírico: "las plantas humanas subacuáticas", los perros (de ambigua personalidad), las casas bajo tierra, la pintura... Tanta importancia tienen los sueños que incluso, el principal poder sobrenatural del protagonista es inducir pesadillas. Además, para hacerlo adopta la posición clásica de un íncubo -afianzando así esa idea mitológica de la que hablaba antes- con una referencia bastante clara al cuadro de Füssli, "La pesadilla".
En el proceder, aparentemente calculado y muy metódico, de los malvados demonios, impera la irracionalidad. Rodeos para llegar un fin que solo son propios de un denso sueño que parece avanzar sin rumbo. Se aprovechan de las debilidades propias de la familia, que en algunos casos son representativas de su clase social: la culpa occidental, los prejuicios, la ira. Borgman hurga en cada punto débil para destrozar a todos los niveles a sus víctimas, utilizando la violencia solo como una herramienta más.
Muchos críticos hablan de Funny Games, y es cierto que, sobre todo al principio, la famosa película de Haneke viene inmediatamente a la mente. Alex Van Warmerdam, el director, ha llegado a afirmar que ni siquiera la ha visto y que, además, Haneke le parece demasiado didáctico y un hipócrita. Independientemente de la verdad que haya en sus palabras, estoy de acuerdo en que los derroteros de cada una, fuera de la invasión del hogar, son muy distintos. En las dos hay una presencia importante del bienestar de la burguesía europea amenazado por el caos, pero lo veo más cerca de algunas incursiones de Buñuel, como Viridiana, con esos mendigos menos sobrenaturales pero igual de aprovechados de un sentimiento de culpa.
Un aspecto esencial es la interpretación del protagonista, el belga Jan Bijvoet, que en la reciente Alabama Monroe pasaba desapercibido en un pequeño papel de músico, pero que aquí, gracias a su caracterización y a su presencia misteriosa y magnética, se come la película. Su descaro insultante, su desprecio físico hacia los vulgares humanos. Esa capacidad de convicción que hace creíble su forma de parasitar a una familia que parece inmersa -una vez más- dentro de un sueño en el que la voluntad está difusa.
Otro aspecto que me resulta interesante, aunque no sea el tema principal, es la reducción al absurdo del arte. Empezando por la pintura de artista frustrada de la mujer. Pero, sobre todo, esa performance final, hilarante, que ha costado una preparación desquiciada para mostrar una danza propia de colegial, con un mensaje final ingenuo y demasiado explícito. Toda una ¿auto?crítica a la inutilidad aparte de un trabajo costoso. También sirve como un ritual de iniciación, como una forma más de horadar la poca cordura que les queda a los personajes.
En definitiva, una película que se mueve entre lo onírico y lo metafórico, que no pretende cerrar un mensaje demasiado concreto -aunque se pueden apreciar varios- y que nos habla del triunfo del mal, y de su perpetuación, a través de nuevos adeptos. Una lucha más psicológica que violenta. Todo desde un tono que se balancea entre el terror y el humor negro; entre la crítica social y el misterio. Una inquietud desagradable que te va desgastando las tripas con la misma crueldad psicológica que el protagonista ataca a sus víctimas.