Occidente cada día mira con más atención al cine oriental. Siempre lo ha hecho, especialmente para absorber ideas, pero cada vez funcionan mejor entre el público estas películas, especialmente las que, como esta, provienen de Japón. Seguramente, quien más que nadie presta atención es Francia, siempre alerta para buscar el buen cine. Más allá de la fascinación por lo oriental más moderno de directores como Assayas, no es poco habitual encontrarse coproducciones entre Francia y los países orientales.
No puedo evitar recordar una bella película que coprodujo Francia con China: Balzac y la joven costurera china (la colaboración entre los países está ya en el título). Ahora tenemos un trabajo de Francia y Japón que, como aquella, también tiene una ambientación en la que la naturaleza tiene una importancia vital.
Ante todo, tengamos claro como funcionan este tipo de colaboraciones: Francia pone la pasta y Japón pone todo lo demás. Aunque en este caso, tampoco es tan exagerado como en el caso de China, pues en Japón hay más dinerito. La cuestión es que, sin duda, esto influye en el resultado final. Lo que quiere Francia es una película oriental, con todos los clichés instalados de serie. Es decir, una película bella de ritmo pausado, con grandes planos de una potencia visual que inunda la retina, con mucha naturaleza y filosofía de la vida. Porque si quisieran otra cosa lo harían ellos. Podemos verlo de dos maneras: invierten en aquello que les interesa o, porque invierten se hace de la manera que a ellos les interesa. Un poco de cada. No esperemos una rareza de Miike o algo al estilo Dai Nipponjin.
En Francia lo pagan y en Francia lo premian. En el festival de Cannes consiguió el Gran Premio del Festival. La directora, Naomi Kawase no era una desconocida allí. Ganó una cámara de oro con Moe no suzaku y participó en el 2003 en la sección oficial con Sharasojyu. Ella es también la guionista de la película. La película también se ha visto en el festival de Toronto y en el de Valladolid.
Así que está claro, cine de autor japonés con mucho paisaje verde, ritmo tranquilo, música y fotografía tan bella como convencional. Situaciones interesantes y poco sorprendentes, emotividad. Todo eso estará, si no me equivoco, en esta película. Para quien guste.