Soy de los que no disfrutó demasiado ni con The game ni con La habitación del pánico. Aún así, me considero un seguidor de lo que vaya a hacer o pueda hacer David Fincher. Lo soy porque con una corta filmografía a sus espaldas, ha firmado ya dos obras maestras (Seven y El club de la lucha) y ha demostrado que tiene talento, que tiene huevos y que, si se lo curra, puede ser uno de los grandes en el futuro. Por eso, hay que estar siempre pendiente de la que vaya a ser su siguiente película.
Fincher es, además, un tío que no tiene miedo a la experimentación. Es más, por lo que le hemos visto hasta ahora, diría que le gusta. Los nuevos retos le ponen. Por eso, a pesar del aspecto clasicón y setentero de esta nueva película, estoy preparado para que Fincher me sorprenda por cualquier lado.
El aspecto de crónica casi periodística que parece tomar la película, además, multiplica mi interés, por mi propia formación. Con esas telas y Fincher diseñando prendas, estaré en primera fila de pasarela. Y eso que de momento el Jake Gyllenhaal este no es muy de mi agrado, con esa eterna cara de fumado pasmado; pero...