Pero vaya peñazo. Y peñazo es poco. Ya me lo imaginaba pero siempre tienes esa esperanza de que las cosas salgan algo mejor y el resultado sea suficiente dentro de su línea. Pues para nada. Ya lo avisé que esto olía a última réplica de pelis al estilo Da Vinci y ni siquiera se acerca. Todo es de risa. Todo es evidente. Y es que huele a mala desde el minuto cinco con la escena de Goya Toledo y Diego Martín juntos en la cama con un Martín haciendo de fotógrafo de guerra dolido y herido, con un sentimiento de culpa que ni él se lo cree. Eso ya al principio. Lo demás uno lo se lo va imaginando hasta con el dedo gordo del pie. Una chapuza en toda regla. Los personajes aparecen de repente al estilo "eh, luego te traiciono, vale? pero de momento vamos hacer que soy bueno y te ayudo". Por favor. Cómo no, la figura de una mujer que aparece de la nada en la vida del personaje de Martín (Teo) y que estaba clarísimo que terminarían enamorándose con escenita de cama. Casualidades que se ven a distancia, bochornoso guión que en hora y media quiere sintetizar hechos que tienen mayor trascendencia. Quizás es Federico Luppi el que se salva y por los pelos. Pero es que interpreta al "Señor del puzzle" (aparece en el reparto inicial), un personaje que es de risa. Y es que encima tampoco brilla ese acento argentino que tiene el hombre porque casi todos los personajes son mejicanos. Es lo de siempre, una secta más, más sacrificios, la superstición como medida de las cosas, la iglesia entre medio y un largo etcétecera que tiene un resultado muy pobre. Me parece que quizás se podía haber hecho algo más interesante, más transparente, no tan obvio, tan simple. Un película que carece de argumentos de peso para salir de la sala pensando para uno mismo " poquita cosa bien hecha".
Otra réplica y encima muy poco hecha, más bien crudita. No recomendable para fines de semana y quizás para sesiones con amigos en el que la risa es la protagonista. Ser justos y comprobadlo.