Serpientes... en un avión. Claro. Lógico. ¿Por qué no estaba hecho ya? Aviones que hay que aterrizar como puedas, el avión del presidente, una niña desaparecida en un avión, aviones que se caen al mar, aviones que se caen en la nieve y terminan en canibalismo, aviones que se estrellan contra torres (eso sí que es descabellado), un psicópata en un avión, muchos presos en un avión. Claro, ahora serpientes.
Total, que después de que los señores John Heffernan y David Dalessandro tuvieran la increíble e indiscutiblemente estúpida idea de hacer una historia con esta premisa, la noticia empezó a correr como la pólvora por este mundo de estupidez suprema que es el bendito Internet. Tal proporción alcanzó la cosa que se decidieron a rodas nuevas escenas de la película, grotescas y dejaron que Samuel L. Jackson dijera lo que le viniera en gana. Todo esto intentando engordar la calificación hasta no apta para menores de 18 años (hablo de los estados unidos, claro).
¿Que se puede esperar entonces de una película así? Un film cuyo máximo baluarte, además del suculento ciberalboroto, es el actor en horas bajas Samuel L. Jackson. Un tipo capaz de cosas muy buenas que anda metido en películas de poca monta (“Coach Carter”, “El color del crimen”, “El jefe”...), vamos que sólo se salva haciendo de Jedi en Star Wars.
Para los de aquí puede haber otro aliciente: la imponente Elsa Pataky. Pero aliciente únicamente como adorno visual, claro. Aunque esta chica ha demostrado que puede ser una buena actriz, como en “Tiovivo C 1950”, no creo que aquí se luzca demasiado... en actuación.
Así que como no tengo vergüenza ninguna, y como creo que tal indecencia puede ser hasta divertida, voy a calcarle de primeras tres estrellas con todo mi optimismo (más que lo que ha conseguido “La distancia” por poner un maligno ejemplo). Luego seguramente las estrellas caerán.