Llega la hora de reír a mandíbula batiente. Llega la comedia de humor desaprensivo con la que tanto nos gusta regocijarnos en éste festival. Llega la hora de los comentarios bestias, el despiporre y la catarsis final producida por la masiva injesta de cerveza, kalimotxo, vozka y cris-cris. Con Black Sheep sólo se puede ir al cine a una cosa: a reír, a gritar y a sentirse un salvaje. Cualquier otro valor cinematográfico será pura coincidencia.
Y si tiene esos valores cinematográficos pues peor para la película. Porque cuanto más cutres sean las ovejas, pues mejor. Espero que sea de esas películas que calientan la sala.