Algo debe de tener el cine nórdico para seguir sorprendiendo al espectador a pesar de girar en torno a unas temáticas comunes. Si por algo destacan sus películas es por las constantes vueltas de tuerca que sus directores dan a argumentos en apariencia trillados. El ejemplo más reciente lo encontramos en la última película de Simon Staho, Heaven´s Heart. Pero si de directores nórdicos se trata, hay que tener siempre presente al polémico Lars von Trier, cuyo Dogma 95 también fue inicialmente abrazado por el realizador de esta película, Kristian Levring.
El argumento del film parece convencional pero esconde más de una sorpresa. Mikael es un hombre que ha vivido por y para su trabajo durante años pero ahora aborda con dificultad una fuerte depresión. A pesar de gozar de una vida holgada y en apariencia estable, sufre de insomnio y lleva un tiempo de baja. Buscando una solución a su problema, acepta participar en un ensayo clínico con un nuevo antidepresivo. Comienza así una película cuya naturaleza es francamente difícil de precisar. Curiosamente, uno de los principios del voto de castidad del Dogma que Levring infringe es precisamente el de eludir el cine de género.
El guionista Anders Thomas Jensen ha ideado una historia sumamente original. Lo cierto es que su guión parece coquetear a partes iguales con el cine de terror, el thriller psicológico y el drama, pero es este último elemento el que termina imponiéndose finalmente. Es además un drama existencialista difícil de asimilar. Solo eso explica las malas críticas que ha recibido la película por gran parte de la crítica especializada española, que no ha sabido ver en su realización una cierta trasgresión de los principios del cine de suspense. De lo que no cabe duda el del ambiente malsano que consigue recrear el film y que tan bien cristaliza en escenas como la de las ratas o el arranque de violencia en el hospital. Brillante como el director introduce hábilmente la música en la película a través de un elemento interno, los auriculares, truco que repite varias veces a lo largo del metraje.
Esa atmósfera tensa, comedida, siempre a punto de quebrarse, es además una de las principales virtudes de Den du frygter. Se complementa muy bien con esa fotografía de luz fría tan característica del cine del norte de Europa, reflejada en la superficie del lago en el que rema el protagonista y que incluso se filtra a los interiores de esas casas de diseño cristalino. Pero hay más lecturas. La referencia a la crisis de la mediana edad sale a relucir en más de un momento. Especialmente reveladora es esa parte de la película en la que Mikael visita la casa de su madre, en su rural pueblo natal pretendidamente olvidado. Con la vista puesta en el pasado, empieza a replanteare las cosas que no funcionan en su vida. La lógica del psicópata hace el resto.
A pesar de que las actuaciones de Paprika Steen -como sufrida esposa de Mikael- y los secundarios Lars Brygmann y Stene Stengade son más que aceptables, la película no podría funcionar sin el buen hacer de su figura central. Afortunadamente, Ulrich Thomsen firma una soberbia interpretación en el papel de un hombre en su descenso al mundo de la locura, cuánto más valiosa por lo sutil. Sin aspaviento alguno, su sola expresión inquieta al espectador sobremanera. Basta ver la cara que pone cuando su amigo le comunica que ha estado tomando un placebo y no las temidas pastillas. Fantástico.
Aunque quizás demasiado descafeinada, la particular versión existencialista de Kristian Levring sobre la historia del Doctor Jekyll y Mr. Hyde es ciertamente interesante. Curiosamente, su principal virtud puede ser para algunos un defecto insalvable. Los espectadores esperamos asistir a un auténtico baño de sangre, pero el desenlace de la historia es bastante menos violento y más dramático que el que correspondería a un film de género. No es ningún desaire al espectador. Tal como nos dice el mismo protagonista en un momento de la película, con el tiempo los buenos recuerdos se desvanecen como una alegre neblina en la memoria. Solo quedan los malos.