James Cameron dirigió la que es para mí es la entrega más interesante de la saga Alien, y es el padre de Terminator, consiguiendo con su segunda
parte, uno de los mayores hitos de la historia del cine de acción. Y por todo esto lo amaré
siempre. Cameron es un megalómano, no está interesado en pequeños proyectos de
transición, busca el record, el avance (especialmente técnico), con cada
película lo da todo, y por eso, aún con ciertas reticencias, espero ansioso su
último trabajo, esta Avatar, que
lleva en su cabeza ya quince años. Mis reticencias se dividen esencialmente en
dos aspectos: el Cameron sentimental y el Cameron arriesgado.
El Cameron sentimental: ya lo demostrada desde su primera
película (seria), hablo de Terminator.
Cuando se trata de hablarnos de sentimientos el gran cineasta se pierde. Sus
planteamientos son simplistas, convencionales, pobres. Es el gran problema de Titanic (a su vez, una de sus grandes bazas en taquilla), su apartado sentimental era
muy flojito, no tenía valor. Afortunadamente en aquel caso, era más un recurso
que un fin, para conseguir una película de catástrofes con unos excelentes
efectos especiales sin que los personajes fueran de papel presentados en cinco minutos. Ahora volvemos a
tener una importante carga, ya no sólo de amor, sino de ecología y
antibelicismo y mucho me temo que Cameron va a resultar simple e ingenuo. Aquí se puede situar lo peor de la película. Si la película carga demasiado las tintas
en estos puntos, el fracaso puede ser demoledor, si sólo queda como excusa para
otros menesteres, puede funcionar.
El Cameron arriesgado: este proyecto, el que se dice que es
el más caro de la historia (una vez más, este director si no, no se queda
contento), encierra un gran riesgo en su planteamiento. El tipo de historia y
la animación por ordenador que conlleva, no se esconde ni se disimula, sino
todo lo contrario, se muestra abiertamente grotesca y colorida. Intuyo un tipo
de imagen al que el ojo debe adecuarse (como sucedía con la gran Sin City). Me maravilla este riesgo
porque el director se atreve a intentar un estilo visual novedoso que de primeras
va a costar cuajar en el espectador (justo al contrario que su concepción del
amor). Un riesgo que si fracasa llevará al ridículo, pero que en este caso creo
que no fracasará.
El director es especialista en crear nuevas formas de asombrar
desde la pantalla grande. Personalmente, me recuerdo boquiabierto ante la
milagrosa liquidez del T100 (ya apuntada en Abyss)
y aguantando la respiración mientras el Titanic hundía su popa como si la propia sala de cine fuera a precipitarse en el océano.
Ahora llega el momento de ver si Cameron ha conseguido realizar la primera
película en la que el efecto 3D realmente es un valor añadido y no una parafernalia
barata. Quiero sumergirme en un universo nuevo y, por supuesto, vivir las
escenas de acción del gran mago del género. Si todo esto se consigue, poco me
importará la simplicidad de la filosofía y ética desplegadas. Ha esperado tiempo para lanzarse con este proyecto, al contrario que George Lucas, Cameron espera hasta que la tecnología está a la altura. Espero una utilización absolutamente novedosa del chroma y una aplicación verdaderamente útil a la tecnología de captura de movimientos trabajada por Zemeckis. Técnicamente, esta película tiene las espectativas al máximo. Claro, es Cameron.