El primer largometraje de Nicolas Provost es algo que muchos van persiguiendo desde el conocimiento de sus intenciones para con el formato. Este belga muy laureado en el terreno del arte visual, denominado artista visual o poeta visual, ha llamado la atención por sus capacidades (véase su cortometraje Papillon d´ amour) y por tanto este nuevo trabajo provoca miradas busconas.
Sin embargo, según declaraciones de él mismo, sólo pretende hacer una película comercial para llegar a cuantos más espectadores, lejos del poco difundir que provoca otro tipo de posibilidades de lo audiovisual, tratando de plasmar la figura del antihéroe como centro. La inmigración como base pero sin ser protagonista, y un hombre en busca de un lugar en el mundo parece la premisa de este proyecto esperado.
Creo que, de alguna manera, él sabe que es difícil seducir en un largometraje por la cantidad de minutos que rellenar, e intentarlo con poesía visual puede defenestrarle, creo también que es bastante difícil no dejar la creatividad en rienda suelta tratándose de artistas de este grado de inquietud, y creo finalmente que la mezcla de todo ello puede ser gratificante. Una opción algo experimental y algo original, con los toques necesarios para soportarla decorativamente hablando. Una película muy de festival.