Bobby es una película coral hecha por un estadounidense para estadounidenses en la que virtudes y defectos se mezclan de manera magistral.
John Fitzgerald Kennedy tuvo su película con JFK de Oliver Stone, una película grande y magnificiente para un personaje que así se presentó al público.
Robert Kennedy tiene la película acorde a su imagen: más humana, más directa, más pequeña, más sencilla.
Emilio Estévez ha sabido crear personajes maravillosos. Pero también ha creado otros menos interesantes o ha hecho que personajes interesantes terminaran por desgastarse.
Cada uno de los 22 personajes cuya vida se nos muestra tiene su aquel, pero como digo hay algunos como el par de voluntarios que toman LSD que terminan hartando, o como el personaje interpretado por Laurence Fishburne, dejémoslo en excesivamente profético. Pero como decía, cada uno tiene su punto, y Estévez consigue recrear un mundo en poco más de hora y media que te importa y con el que sufres tras los disparos a Bobby.
La primera parte de la película, con imágenes reales, como un auténtico noticiario en el que se nos presenta al personaje, y luego el tapiz del Hotel Ambassador en el que se nos retrata el mundo en el que tenía su razón de ser el personaje público de Bobby.
La película está dirigida con muy buen pulso, con travellings siguiendo a los personajes y secuencias largas en las que se pasa de una historia a otra, como mandan los cánones de los films corales.
Pero sobre todo lo que más me ha gustado de la película es la manera en que ha utilizado Estévez las elipsis. Nos muestra cómo el personaje de Heather Graham llega a la habitación del de William H. Macy, y después vemos cómo ella se está vistiendo y sale. La cámara le sigue y descubrimos cuando vuelve al trabajo que lo han dejado.
Vuelve a repetir el recurso cuando Christian Slater va a hablar con Sharon Stone. Ya sabemos lo que le va a decir y nos lo ahorra. Lo que el director entiende que queremos ver es la reacción: la conversación posterior Stone-H.Macy o cómo se lo ha tomado Heather Graham.
Es sutil y es preciso.
La película atesora unas cuentas escenas para el recuerdo, como por ejemplo la conversación que mantienen los personajes de Demi Moore y una magnífica Sharon Stone sin ocultar su edad.
O la relación entre Harry Belafonte y Anthony Hopkins, interpretando a un maravilloso personaje, cuya cara tras conocer que Bobby ha sido disparado es para coleccionar en la retina.
Igualmente maravillosa y acertada es la manera en que la dirección entra en la muchedumbre para intentar dar la mano a Bobby y para buscar a su asesino. La bala llegará en cualquier momento y cuando sucede impacta y le lleva a uno a la más absoluta reflexión.
Lástima que Estévez no respete ahí al espectador y le haga tragarse un discurso de Bobby durísimo, larguísimo, que llega a molestar y a restar fuerza y dramatismo a la escena.
Un error el doblarlo, lo hubiese dejado en V.O.S. o lo hubiese recortado. Pero también entiendo que en esa parte es donde se demuestra que es una película hecha por un estadounidense para estadounidenses que vivieron aquella efímera época de esperanza, un discurso en clave de la situación que ahora se vive y respira en EEUU y que se cierra con un plano de la bandera de las barras y las estrellas.
Pese a esos excesos, ese discurso largo y cerrado y esos personajes a los que les sobran barbas, la película es una maravillosa experiencia cinematográfica.